Agustina Barroso: «A las próximas generaciones ya les será más fácil empezar a jugar al fútbol, hoy estoy representando a la nena que la lucha desde abajo»

Piensen en una nena de diez años que juega a la pelota con mayoría de nenes en la escuelita de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Unicen), en Tandil. Vean a los padres de los nenes, al costado de la cancha. Y escuchen sus gritos. “¿Cómo te va a pasar? ¡Pegale!”. “¡Machona!”. “¡Mirá a esta Carlitos! ¿Qué hace acá?”. “¡Saquen a esta marimacho de mierda!”. Volvamos con la nena a su casa. Llora, entra y le pide a la madre que por favor le corte el pelo largo, que quiere dejar de ser la diferente. No le cuenta, pero un compañero del colegio le pegó una piña en el estómago durante un recreo, sólo porque jugaba al fútbol entre los varones.

Agustina Barroso tiene ahora 29 años y es futbolista del Flamengo de Brasil. Campeona de la Copa Libertadores 2017 con el Audax/Corinthians, “Bola de Prata” a la mejor defensora de 2021 (con el Palmeiras, donde fue capitana) y parte del equipo ideal de Sudamérica de 2022, la central derecha jugó el histórico Mundial de Francia 2019 con la selección, precuela de la semiprofesionalización del femenino en la Argentina. Y el año pasado, en la Copa América, se clasificó al Mundial que comenzará en julio en Australia y Nueva Zelanda (sorpresa: no fue citada para los amistosos de abril ante Venezuela en Córdoba y La Rioja). La nena que desfloraba plantas y rompía vidrios en el jardín de su casa de Tandil, la “Xerife” (“Sheriff”) del Brasileirão, habla acá de lo que ama: el fútbol.

-¿Qué recordás del fútbol en tu infancia?

-Situaciones muy marcantes. Sufrí bullying durante mucho tiempo. En ese momento era todo muy de cabezas cerradas en relación a aceptar que una mujer juegue al fútbol o al básquet, como mi caso. Y no quería que fuera un motivo para alejarme. Hoy el femenino ha crecido. En Tandil hay una liga que cuando jugaba no existía. Pero aún va gente a la cancha y sigue insultando, o hace comentarios inapropiados, pero sí, se ha aceptado a la mujer en varios ámbitos.

-¿Otras situaciones que viviste en el fútbol en tu adolescencia se las contaste ya de grande a tus padres?

-Fueron situaciones que un papá o una mamá quieren saber. No quiero que se interprete dramático. Maltratos. En el momento creí que no era necesario contarlo, pero ya es un tema solucionado. No lo conté para no preocuparlos. Por ejemplo, en un club dormí en una pieza donde éramos cinco jugadoras y el techo se estaba cayendo. De esas cosas se enteran ahora y en el momento, cuando hablaba con ellos, les decía que estaba todo bien. Son situaciones por las que pasan muchas chicas en el fútbol femenino.

-¿Qué se pierde una futbolista sin inferiores?

-En un punto, hice, porque iba a la escuelita con varones y jugué los Juegos Bonaerenses con mujeres. Pero te perdés la formación como futbolista en sí. Fundamentos, técnicas, posiciones, controles. Y lo tenés que ir aprendiendo de grande. En relación a eso, nosotras nos hemos perdido una parte. Hoy hay cualquier cantidad de escuelas para nenas y está creciendo la posibilidad para que puedan jugar. A las próximas generaciones ya les será más fácil empezar a jugar al fútbol, porque también ves hoy a nenas que se reflejan en jugadoras. Hoy estoy representando a la nena que la lucha desde abajo. Quizá nosotras no vivamos el gran cambio en una cancha. Las jugadoras iremos tomando puestos a medida que pasen los años. Falta mucha gestión en el femenino y también gente formada.

-¿Defender es un arte?

-Defender, cortar una pelota, tirarse a barrer -aunque hoy soy un poco más tiempista y leo un poco más la jugada-, me genera satisfacción, alegría, motivación, y más cuando veo que puedo hacerlo cada vez mejor, crecer en ese aspecto. Defender es un arte como hacer un gol o dar una asistencia. Hoy las defensas empiezan desde los delanteros: un equipo generando una buena presión, robando la pelota y haciendo al final un gol. Es lo lindo del juego. Acá, en Brasil, se considera mucho. Quieren mucho al argentino porque nos dicen que tenemos “raza”, voluntad. Que ellos tienen el jogo bonito y nosotras las ganas de conquistar todo lo que jugamos.

-“Falta de respeto, desprestigio, cuestionamiento de mi capacidad profesional e incluso mi comprensión del idioma portugués. Decían que tenía ‘problemas psicológicos’. ¿Qué mujer nunca ha sido llamada ‘loca’ en la sociedad en la que vivimos? Sólo pedimos respeto”, posteaste en Instagram tras tu salida del Palmeiras.

-Cuando exigimos, o cuando reclamamos, lo que decimos es “una locura”. Lo que viví en el Palmeiras me costó muchísimo aceptarlo. Creo que todo lo que me pasa me sirve para que en el futuro pueda ayudar a futuras generaciones. No sólo yo sufrí esos abusos de poder de una persona en específico que tomó la decisión. Le han dicho a mis padres que me estaban “matando el hambre”. A partir de que salí a hablar, otras chicas se animaron a alzar la voz. Lo viví y lo vi en mi carrera. Nos dicen, por ejemplo, que, porque estás indispuesta, estás descontrolada emocionalmente. No suman.

-¿Pensaste en dejar de jugar?

-Sí, pero entendí que no era el camino, porque no estaba haciendo lo que quería. Si dejaba de jugar, el mundo continuaba. Y hay gente que va a continuar actuando igual. Iba a dejar de hacer lo que amo desde chiquita, porque me acuerdo de Agustina a los seis años. Me volví a encontrar, evolucioné mucho en lo físico, estoy jugando muy bien. Después de cada tormenta, supongo, sobreviene la calma.

-¿Qué cambió (y qué no) desde la semiprofesionalización del femenino en Argentina en 2019?

-En general, y desde afuera, veo más cambios positivos. Los negativos son puntuales. Se suspende un partido por falta de ambulancia, que pasa hace años. Pero después, los clubes mejoraron. Boca, finalista de la Libertadores 2022, es un ejemplo a seguir. Hablás con las chicas y te dicen que el torneo se equilibró bastante, que no son más tres equipos arriba de la tabla y el resto acompañando. Los partidos son más difíciles, las estructuras de los clubes cambiaron, se la considera a la jugadora como trabajadora.

-¿Lo que más molesta es que no tomen a la futbolista como profesional?

-Me cuido, entreno por fuera la técnica individual con un entrenador, alimentación, psicología, descanso. No es simplemente entrenar en la semana para que el fin de semana tengas un rendimiento óptimo. Y hay gente que te perjudica. Si puedo levantar mi voz, ayudar, lo haré, pero hay cosas que decido que no me lastimen más, porque hay situaciones que te sobrepasan. No por cobrar dinero sos más profesional: debemos cambiar la cabeza.

-¿Cómo te llevás con la autoexigencia de tu mente?

-La salud mental es fundamental, tengo sesiones semanales y me ha ayudado un montón, no sólo en el deporte. “Profesional” no es por lo que sos, sino por lo que hacés. Que tenga esa tranquilidad en la salida de abajo es por lo que he entrenado. Soy una central que no soy muy alta y tengo que resolverlo físicamente con explosión y velocidad. Lo entreno. Y ante el error, intento corregirlo. Antes sufría mucho la autoexigencia: si algo no me salía, me bloqueaba. Hoy lo tomo como algo del día a día: nos equivocamos todos los días en decisiones mínimas, desde apagar la alarma del despertador. Trabajo con unos chicos que videoanalizan mis partidos y veo los déficits y los errores, y hoy los asumo como que pueden pasar. Antes lo entrenaba con la obligación de que no me volviera a pasar. Expuesta estoy todo el tiempo, pero hoy disfruto más en la cancha.

-“La mujer, por naturaleza, es más cuestionadora”, dijiste.

-La mujer cuestiona, y a veces por eso se cierran puertas. Pero después pasan los años y hay cambios y no sabés si se cerró una puerta o se abrieron mil. La mujer se hace respetar más. No hay tantos temas tabú como en el masculino. El femenino ha crecido, la mujer entiende más el juego, se ven muchos partidos por tele. Cada vez van a venir chicas mejor formadas y entrenadas, mejores que cuando nosotras teníamos 20 años. Las futuras generaciones van a venir atropellándonos, y de ahí también mi vocación de seguir evolucionando.

-¿El Mundial de Francia 2019 te cambió la vida? ¿Qué se espera de la selección en Australia-Nueva Zelanda 2023?

-Me di cuenta dónde estábamos paradas y qué nos faltaba para competir de igual a igual. Y después, porque quería desafiarme, hasta dónde puedo llegar. La vara quedó alta, pero, por lo que las he visto a las chicas últimamente, mejoraron la idea de juego, la han aceptado más después de la Copa América. Se va a hacer un Mundial competitivo. Es mantener lo hecho y conquistar algo más.

-¿Qué es el éxito?

-Hacer lo que tengo que hacer ya es un éxito. ¿Qué es el éxito? ¿La fama? Hay gente que tiene éxito en lo que hace porque ama lo que hace. No sólo en el fútbol. Es el hecho de estudiar, kinesiología o gestión deportiva, no por el título, sino por haber sido constante, persistente. Las redes sociales engañan lo que es la vida de un deportista. Instagram te ayuda a “venderte” como un “producto”. O te exponés, y no es real lo que se ve ahí. Hay que tener mucho cuidado: las redes son un mundo de nadie y un mundo de todos. Mañana entreno a la mañana, a la tarde técnica individual, gimnasio. Hago el mismo sacrificio que hacía cuando era chica.

Agustina Barroso tiene tres objetos fetiches. La colita para el pelo, porque lo luce lacio y largo, suelto, y le gusta tenerlo cómodo. El reloj, para evitar ver la hora en el celular. Y el celular, porque casi siempre vivió sola y, esté donde esté, se comunica con su familia. Y porque escucha música, dependiendo del ánimo. Cuando cocina, jazz. Antes de los partidos, cumbia. Y a Trueno, y a Callejeros. En especial, la canción Creo: “Creo en esas tarde que viví/ jugando a la pelota/ Creo que educar es combatir/ y el silencio no es mi idioma”.

Fuente: Cenital

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