El mundo teme una hambruna a partir de la guerra entre Rusia y Ucrania, dos de los diez principales graneros del planeta. Se habla de escasez energética global porque el país de Vladimir Putin era hasta el conflicto bélico el primer exportador de gas y el segundo de petróleo. Se comenta desde la pandemia pero también tras la invasión rusa sobre una tercera crisis, la de las cadenas de suministro de bienes industriales que en las últimas décadas se concentraron en China. Los tres faltantes provocan en el corto plazo impactos negativos en todo el mundo, incluida la Argentina: suben los precios de los productos escasos y se agrava la inflación.
Sin embargo, el país es otro de los principales graneros, cuenta con las segundas mayores reservas no convencionales de gas y las sextas de petróleo -en un planeta que necesita dejar los hidrocarburos por la crisis climática-, también destaca por las energías renovables -es el cuarto productor mundial de litio, necesario para las baterías eléctricas, pero a la vez interesa por el potencial del hidrógeno verde- y figura como tercer proveedor manufacturero de Latinoamérica con mayores oportunidades de reemplazar importaciones desde China, según un nuevo informe que difundió esta semana el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sobre el incipiente fenómeno del nearshoring, la relocalización de la producción en países cercanos a los centros de consumo, como puede ser Estados Unidos.
Stephan Cramon-Taubadel, economista canadiense especializado en agro y profesor de la Universidad de Göttingen, Alemania, opina que países como el suyo y el nuestro “están en muy buena posición si pueden producir buenas cosechas”. “En el próximo año los precios serán altos, por lo que los incentivos para los agricultores son muy poderosos. Por supuesto, también depende del clima. Pero si la Argentina pudiera producir una gran cosecha, una cosecha mayor de lo habitual en este momento, cada tonelada ayuda.
Los mercados por el momento anticipan que la situación se mantendrá crítica durante al menos otros dos años más o menos porque incluso si la guerra termina mañana, hay mucho daño a Ucrania, a la infraestructura de exportación, a los puertos y todo va a llevar un tiempo recuperarse. El mundo se había vuelto bastante dependiente del grano del Mar Negro. En el pasado, la última vez que los precios subieron muy rápido fue en 2007, 2008, y vimos que uno o dos años después hubo una fuerte respuesta de la oferta mundial.
Los agricultores son muy inteligentes. Y les gusta ganar dinero. Y si los incentivos son poderosos, pueden hacer cosas. Quiero decir: no pueden producir el doble, pero tal vez puedan encontrar otro 5% o 10%. Europa probablemente va a empezar a impulsar su propia producción de granos proteicos, soja y otros cultivos y entonces tal vez a mediano plazo se convierta en un competidor un poco mayor para algunos de estos productos, pero por el momento la competencia no es realmente el problema. Si se puede producir una buena cosecha, se la puede vender”, analiza Cramon-Taubadel.
En cambio, en Washington, Benjamin Gedan, master en economía internacional y subdirector del Programa América Latina del Wilson Center, no es tan optimista sobre la posibilidad de reacción de los productores agropecuarios argentinos. Ex asesor del gobierno de Barack Obama, opina que “en un futuro cercano, el conflicto bélico podría producir escasez de alimentos y la Argentina debería ser una gran parte de la solución”.
“Gracias a su amplia tierra fértil y su sofisticado sector agrícola, tiene la capacidad de expandir dramáticamente su producción de granos. Eso mejoraría en gran medida la seguridad alimentaria en todo el mundo y proporcionaría una ganancia inesperada de divisas fuertes a la Argentina en un momento de extrema fragilidad económica. Pero, desafortunadamente, los agricultores argentinos parecen incapaces de aprovechar esta oportunidad, ya que están paralizados por la incertidumbre sobre las políticas gubernamentales, incluidos los impuestos y restricciones a la exportación. Todavía hay tiempo para que Argentina cree las condiciones para un aumento significativo de la producción agrícola, pero requerirá un diálogo productivo entre el Gobierno y ese sector”, advierte Gedan.
“La situación es similar para el sector energético de Argentina”, continúa el experto norteamericano. “El mundo está hambriento de petróleo y gas natural para compensar la pérdida de crudo ruso, y los vastos recursos de hidrocarburos no convencionales de la Argentina podrían ayudar a limitar las interrupciones energéticas y la inflación causadas por la guerra en Ucrania. Pero, lamentablemente, las políticas públicas han limitado la inversión en Vaca Muerta. En lugar de expandir rápidamente las exportaciones de gas natural, la Argentina se esfuerza por garantizar un suministro suficiente para satisfacer sus propias necesidades este invierno”, remata Gedan.
Las oportunidades para la Argentina no se reducen sólo a la exportación tradicional de materias primas como las del agro, la energía o la minería, todos sectores que despiertan polémicas ambientales. También está la oportunidad de enviar bienes con valor agregado. A propósito de la Cumbre de las Américas, el BID destacó que “la ganancia potencial para América Latina y el Caribe de las oportunidades de nearshoring en el corto y mediano plazo podrían representar un aumento de hasta US$ 78.000 millones en nuevas exportaciones de bienes y servicios, con importantes oportunidades para la región en la industria automotriz, textil, farmacéutica y energías renovables, entre otras”. “Las crecientes preocupaciones ambientales, sumadas a la crisis sanitaria y la reciente guerra de Rusia en Ucrania han generado un contexto donde la región puede aportar a la economía global y al combate contra la inflación mediante una mayor participación en las cadenas globales de suministro, de manera sostenible y equitativa”, dijo el presidente del BID, Mauricio Claver Carone.
Crecen las oportunidades de abastecer a Estados Unidos y a la propia Latinoamérica desde esta misma región, en reemplazo de productos que hasta ahora vienen de China. México aparece como el gran candidato a captar casi la mitad de las exportaciones potenciales de bienes (US$ 35.278 millones), seguido por Brasil (7.844 millones), pero en tercer lugar se ubica la Argentina (3.906 millones), según el estudio del BID. Esas oportunidades ya son realidad para algunas empresas como Cerámica Alberdi, la del presidente de la Unión Industrial de la Provincia de Buenos Aires (Uipba), Martín Rappallini, que desde el año pasado ha comenzado a exportar a Chile y Bolivia porque los encarecidos costos logísticos internacionales han quitado competitividad a la competencia de China.
Claro que habrá que ver si todas estas oportunidades que plantean desde Estados Unidos y Europa se pueden administrar dentro del multilateralismo que sostiene el gobierno de Alberto Fernández, en un equilibrio donde se mantienen buenos vínculos con la otra potencia influyente en la región, China, aunque ya no con Rusia, dada la condena a la invasión a Ucrania. Este martes, en el festejo por los 20 años de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), el dueño del grupo Techint, Paolo Rocca, planteó que se viene un mundo más similar al de la Guerra Fría donde nuestro país tendrá ocasiones de progreso pero siempre y cuando se alinee con Occidente, con las potencias atlánticas, según su visión. Hace tiempo que Rocca predica contra China, su rival en el negocio del acero. Pero otro de los exponentes de AEA, el propietario de Arcor, Luis Pagani, habló de alimentar a los continentes donde crece la población, Asia y África, donde acaba de inaugurar, en Angola, su primera fábrica fuera de Latinoamérica. Veremos si la Argentina y el resto de la región pueden apostar por una autonomía regional que les permita relacionarse según su conveniencia con las diversas potencias mundiales, y no tener que elegir entre unas u otras.
Fuente: El Diario Ar