La supuesta red de espionaje por la que está preso el falso abogado Marcelo D’Alessio pudo haber manipulado a un preso para que involucrara, con datos probablemente ciertos, a un empresario vinculado con el kirchnerismo. Y, en un segundo paso, hacer jaque mate con la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. La trama es sórdida. La investigación sobre esos supuestos hechos ni siquiera ha comenzado. Pero la denuncia ya está en el juzgado federal de Dolores, donde el juez Alejo Ramos Padilla investiga a una organización (por ahora) paraestatal de inteligencia ilegal.
La exabogada del financista Leonardo Fariña, Giselle Robles, dejó el viernes en Dolores un escrito de una decena de páginas que podría ser una bomba de alto impacto o un chaskibum. Prudencia. Lo que sí está claro es que ese texto y la documentación que acompañó abrirán un nuevo capítulo en la investigación sobre la presunta asociación ilícita dedicada a la extorsión, el espionaje político y ahora también, según esa presentación, al direccionamiento y la manipulación de causas judiciales.
Robles dejó por Mesa de Entradas del juzgado una descripción sobre cómo Fariña habría recibido mientras estuvo preso instrucciones a través de ella para complicar al empresario Lázaro Báez. Según reconstruyeron fuentes judiciales, la abogada explicó que, desde la prisión, Fariña le facilitó el acceso a una cuenta de e-mail en la que habría recibido instrucciones sobre lo que debía declarar ante el juez federal Sebastián Casanello con el objetivo final de obtener la excarcelación. ¿A cambio de qué? Según Robles, de una carambola que impactara primero en Báez para que este se convirtiera también en arrepentido e hiciera caer con su relato a CFK.
Robles era la abogada del barrabrava de Boca Juniors Maximiliano Mazzaro, a quien Fariña conoció en prisión. Lo que se insinuaba como una relación conflictiva (porque Fariña es amigo de Rafael Di Zeo, otro barra por entonces enfrentado con Mazzaro), no lo fue. La abogada asumió la defensa de Fariña. En 2016 el financista declaró como arrepentido ante Casanello, pero lo hizo con un régimen diferente al actual. En aquel momento podía mentir, porque declaraba como imputado, en indagatoria. Hoy no podría hacerlo porque la mentira en ese caso se traduce en un delito adicional con diez años de prisión. Cada uno elige qué riesgos asumir.
La clave parece estar en una cuenta de mail, elturista@prontomail.com. Robles sostiene que esa cuenta era de Fariña, que él le facilitó el password para que la utilizara mientras estaba detenido (y no tenía acceso a Internet) y que allí recibía la letra de lo que finalmente fue su declaración como arrepentido. Fariña, en cambio, asegura que la cuenta no es suya, que nunca lo fue. Así lo denunció ante Casanello cuando se rompió la relación con su abogada.
Lo cierto es que cuando Fariña declaró ante Casanello, en abril de 2016, acompañado por Robles, llevaba consigo unas anotaciones manuscritas y recurrió a ellas para brindar su declaración como colaborador.
¿Qué pasó luego de esa declaración? Fariña estaba detenido a disposición de un juzgado federal de La Plata (en rigor, había dos causas, una de ellas camino a juicio oral) pero no de Casanello. Las causas de La Plata pasaron a tramitar en la Capital Federal. Entonces el financista rápidamente obtuvo la excarcelación y cambió de tribunal que lo debía juzgar en la otra causa. De esa manera quedó afuera de su juzgamiento el presidente del tribunal oral de La Plata, Carlos Rozanski. Finalmente Fariña fue condenado por un tribunal en lo Penal Económico a cuatro años de prisión. La sentencia está a revisión de la Cámara Federal de Casación Penal desde hace más de un año.
Según la denuncia de Robles, Rozanski era uno de los jueces a los que Fariña temía. Así, según consta en su escrito, se lo manifestó al ministro de Justicia, Germán Garavano, cuando se reunieron en un salón del quinto piso de la sede del Ministerio, en la calle Sarmiento. Esa reunión fue gestionada por el periodista Luis Majul. Fariña quería mejorar su situación en el marco del programa de protección de testigos porque media docena de custodios lo vigilaban a toda hora y, por ejemplo, ni siquiera tenía carnet de conducir. Generoso, Garavano accedió a recibir a un arrepentido que acaba de salir de la cárcel gracias a haber denunciado al empresario amigo de Néstor Kirchner. Fariña habría dicho en esa reunión –siempre según Robles– que aspiraba a que Báez también se arrepintiera para mejorar su situación, pues la estaba pasando mal en la cárcel. El ministro respondió algo así como que ya lo estaban «operando» al empresario y que pronto se iba a arrepentir. Sólo faltaba que diera el gran paso: acusar de la supuesta corrupción en la obra pública a Cristina Fernández de Kirchner.
Fariña niega que la reunión hubiera discurrido en esos términos. ¿El encuentro pudo haber sido grabado por los colaboradores del ministro Garavano? En tal caso, esa grabación ¿desmiente o confirma lo que denunció Robles?
Lo que parece emerger con claridad es que si Fariña fue «coucheado» para su declaración como arrepentido no fue Garavano quien lo hizo. La reunión con el ministro es posterior. Si hubo adoctrinamiento fue mientras estuvo preso. ¿Es posible que servicios de inteligencia que antes operaron contra el kirchnerismo ahora hayan cruzado de vereda y estén utilizando la misma información en sentido contrario? ¿O es que finalmente se desnudó la matriz de intromisión y operaciones de inteligencia como un grano estallado que no para de drenar pus?
Entretanto, ¿qué es de la vida de D’Alessio?
Encerrado prácticamente todo el día en una habitación inhóspita, desprovista de toda decoración, sin ventanas que permitan el ingreso de la luz del sol y sin TV ni contacto con el mundo exterior, el falso abogado Marcelo D’Alessio pasa sus días en el Hospital Penitenciario de Ezeiza (HPC) como una fiera domesticada enjaulada. Sólo lo visitan su esposa y su abogado, Claudio Fogar, sus únicas contenciones en su actual situación. Esta semana pudo ver por segunda vez, desde que está detenido, a sus hijos. Cada vez que sale de ese recinto en el que pasa sus días habla todo lo que puede con sus carceleros, como quien tiene atascadas y reprimidas las palabras en la garganta. Le estrecha la mano a cada persona con la que se cruza, pero la única referencia de otros presos son las voces (a menudo gritos por síndromes de abstinencia o tensiones con los guardiacárceles) que se filtran por los pasillos.
Ese hombre al que ahora nadie conoce tiene como mejor perspectiva en el horizonte cercano que lo trasladen a otro pabellón y romper el aislamiento. Uno de los lugares a los que podría ir es al reservado a los condenados por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura. Ni siquiera tiene la posibilidad de obtener algún beneficio mayor acogiéndose al régimen del arrepentido, porque el principal obstáculo es el fiscal Juan Pablo Curi, justamente el funcionario que debería propiciar ese acuerdo de colaboración. De todas maneras, D’Alessio no está pensando –por lo menos, no seriamente– en arrepentirse.
Fuente: Tiempo.ar