Emilio Capaccio, quién fuera funcionario de los gobiernos de Illia y Alfonsín, salió al cruce de Ernesto Sanz, que el domingo pasado en un reportaje publicado en Clarín dijo: “no sé de qué se quejan los radicales”.
El dirigente escribió una carta abierta en la que le puntualiza «de qué se queja» deslizando críticas a renunciamientos éticos y desvíos de los principios radicales.
La Carta completa:
Carta Abierta al Dr. Ernesto Sanz
Por el Dr. Emilio Capuccio
Buenos Aires (Lunes, 6 de febrero)
Estimado correligionario:
En el reportaje que le realizó el periodista Julio Blanck, publicado en Clarín Web en el día de ayer, Ud. sostiene que no sabe “de qué se quejan muchos radicales”.
En mi carácter de viejo afiliado radical que tuvo el honor de ser funcionario del gobierno del Dr. Arturo Illia y ser uno de los treinta ciudadanos a quienes el Presidente Raúl Alfonsín les tomó juramento en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, el 10 de diciembre de 1983, designándome Secretario de Estado de Seguridad Social, le informo de qué me quejo yo:
Me duele en el alma la pobre, la escasa, la nula participación o influencia que la Unión Cívica Radical tiene en las decisiones fundamentales que toma el gobierno de Cambiemos.
Si los radicales tuviéramos la posibilidad de influir mínimamente, el Presidente Macri no hubiera intentado el despropósito de designar a dos jueces de la Corte Suprema de Justicia mediante un simple decreto.
No hubiéramos acompañado la designación de Ricardo Echegaray como Auditor General de la Nación.
No hubiéramos tolerado el “dietazo” que aumentaba las remuneraciones de senadores y diputados en un 45%, mientras se trataba de imponer un techo del 20% en las paritarias.
No hubiéramos cometido el error de intentar aumentar por decreto los fondos coparticipables de la Ciudad de Buenos Aires, en detrimento de las provincias.
Nunca hubiéramos incluido en el proyecto de “ley blanqueo” el lamentable art. 85 que establecía penas de prisión para los periodistas que divulgaran los nombres de las personas que se acogían al beneficio.
No se nos hubiera ocurrido mandar al Congreso un proyecto de reforma del Ministerio Público Fiscal incluyendo una cláusula que “acortaba” el mandato de la Procuradora Alejandra Gils Carbó.
No hubiéramos cometido el papelón de intentar aumentar las tarifas de luz y gas, sin realizar las audiencias públicas.
No hubiéramos permitido que la Canciller Malcorra diera vueltas por el mundo a costa del erario público, abogando por su candidatura a la Secretaria General de la ONU, sabiendo que Inglaterra con su poder de veto en el Consejo de Seguridad nunca iba a tolerar que un argentino ocupara dicho cargo.
No hubiéramos cometido la torpeza de mandar a “extraordinarias” sin ningún consenso el proyecto de ley de Impuesto a las Ganancias.
No hubiéramos mostrado nuestra capacidad de “gestión” teniendo que recular con la firma de un simple decreto sobre feriados.
Nunca hubiéramos creado la Obra Social para Trabajadores de la Economía Popular (OSTEP), para satisfacer la ambición de Emilio Pérsico y discriminar a los ciudadanos más pobres, creando una institución que brindará prestaciones de la más baja calidad, contrariando la histórica postura de la UCR que propicia el seguro nacional de salud.
No hubiéramos mostrado la hilacha al modificar por un decreto la “Ley de blanqueo”, posibilitando el acceso de los parientes de los funcionarios, contrariando lo que había sido una clara decisión del Poder Legislativo.
No hubiéramos tolerado la presencia en el gobierno de un “cara pintada” negador del “plan sistemático”.
Son muchos y gruesos errores para un sólo año de gobierno y quiero creer que la UCR nunca fue consultada acerca de esos asuntos. De lo contrario la situación sería mucho más grave. No estaríamos ante un caso de escasa o nula participación sino que entraríamos en el terreno de la complacencia y la complicidad.
Pero hay, estimado Dr. Sanz, otra característica de tono general que indica que la UCR no gravita, no influye, en absoluto. Me refiero al profundo sentido republicano que resplandeció en los gobiernos radicales de Illia y Alfonsín. El apego sacrosanto a la ley, el sentido profundo de la igualdad, la preocupación por los pobres, la honestidad a “raja tabla” y la transparencia en todo… Detalles, por ejemplo, como el lamentable uso del helicóptero presidencial para un viaje de placer de la esposa del Presidente a Punta del Este, falta que los radicales nunca hubiéramos cometido por respeto a nosotros mismos.
En el plano partidario, me quejo porque la UCR, se encuentra en un estado total de postración física y mental. No hay pensamiento, ni debate, ni análisis de las cosas que le ocurren al país. No hay propuestas ni estrategias para volver al poder. Los cuerpos orgánicos no funcionan y han sido reemplazados por una “conducción de facto” que Ud. encabeza y manipula al partido sin información y control alguno.
Lo saludo atentamente.
Emilio A. Cappuccio. DNI 4.268.973. Estomba 2167, CABA