Decir lo que pasa y que al poder hegemónico no le guste

Asombrados. Desconcertados. La clase política conservadora, la sociedad media serrana y los medios defensores del status (y del poder Ejecutivo) al unísono criticaron la prédica. No se asombraron por los dichos, sino que les molestaron los dichos. Un juego de palabras que habla por sí solo.

Llamativo fue cómo abroquelados salieron todos a criticar que se diga lo que sucede en algunas partes de la ciudad y que hoy LOT dio cuentas de algunas de esas realidades. Algo similar sucede cuando cada vez que el Papa Francisco cuestiona el poder del capitalismo y el liberalismo económico y es atacado por aquellos que defienden dichos intereses. O el Grupo de Curas en Opción por los Pobres dedica párrafos sobre la coyuntura del país y son ninguneados desde la clase política dominante.

Esta vez fue el cura párroco Fernándo Lede Mendoza quien aseguró que en el barrio Movediza los pibes consiguen armas por parte de la policía y que en Villa Aguirre existen cocinas de paco. En uno de sus pasajes más fuertes dijo que «en esta ciudad de pobreza escondida y disimulada, donde salimos a recibir a un campeón y nadie se queja por las calles cortadas, pero nos escandalizamos por una protesta en la que se pide aumento de salarios, chapas y leche y ni siquiera se corta una calle. Esta ciudad no tendría que esconder a nadie. Más aún, debería visibilizarse esta realidad para que como los pastores y los magos, quienes tenemos mayores posibilidades, podamos dar una mano a los que menos tienen».

Fue en la homilía del viernes y a pesar de que hay innumerables testimonios que lo respaldan, Lunghi se enojó feo. Se enojó por decir lo que pasa, y se las agarró con el mensajero. Ordenó una reunión con él para exigir pruebas y acompañarlo a hacer la denuncia. Lo hizo ahora cuando su prédica caló en lo más profundo de la sociedad. Pero no lo recibió cuando el padre Fernando, el padre Marcos y el padre Raúl pidieron por los trabajadores de Cinpal, del Tren y de la comunidad local en la Misa por el Pan y el Trabajo.

Sin duda la denuncia en la homilía llevará a nuevas acciones impulsadas por aquellos que no se sintieron «cómodos» de escuchar en la Iglesia del centro dichas palabras.

Basta leer los comentarios que circulaban en las redes sociales de apoyo al padre que no dudó en decir lo que pasaba para mover el avispero local. En esas palabras de los vecinos, desprovistos de intencionalidades, se manifiesta el verdadero sentir de lo que sucede, de una ciudad que prefiere callar y que se muestra apática a muchos sucesos.

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